miércoles, 19 de agosto de 2015

Kindan No Koi - XX - El inicio del final.

-…Es simplemente, extraño. No creo que mi familia entera este enferma, solo que tomamos un camino parecido.- Dije.
-Qué crees que te llevo a ser homosexual?-Respondió
-No lo sé. Supongo que Oscar. Fue el primer chico que me gusto, eso o mi tío.
-Eliot te gusto antes que Oscar?-Pregunto
-No es que me haya gustado, pero si empecé a fantasear con el antes que con Oscar.-Respondí.
-Bien… cuál es tu color favorito?.
-Qué?
-Solo quería saber.
-Oh…
-Bueno parece que…
-Negro.-Interrumpí.
-Qué?
-Negro…. Ya sé que no es un color, pero es mi favorito.
-Cómo dices? Porque no es un color?
-No lo es. Es un valor.
-Y qué valor tiene?
-Todos… el negro significa “La presencia de todo color.” Y el blanco “La ausencia de todo color.”
-Y porque te gusta más el negro que el blanco?
-Contiene todos los colores. Y entre esos está el rojo pasión. Que era lo que iba a decir ates de que interrumpiera?
-Iba a decir…-De repente su rostro se ensombreció de una manera casi macabra. Me recorrió un frio por la espalda- Que eres un joven estupendo.
-Gracias.- Me sonroje.

Llegue a la casa, pero siempre pensé en el cambio que hubo en el rostro de Roberto. Habrá sido tan malo como parecía? Era mejor no pensar en ello. Tenía que esperar a que llegara Oscar de su “entrenamiento” aunque yo sabía que había dicho eso para utilizarlo de excusa para sorprenderme con algo. Jamás ha ido al entrenamiento. Salí a comprarme ropa nueva, detesto pasar vacaciones y tener que llegar a la escuela con la misma ropa. Entre en un almacén que estaba a unas cuadras de la casa. Compre un par de pantalones, uno gris y uno azul oscuro. Dos remeras, una roja y otra negra. Un par de zapatos Vans, muy parecidos a los de Bryan y una campera de cuero falso de color negro, con peluche dentro.
Regrese a casa, deje las llaves en un plato sobre una mesa junto a la puerta, pase a mi habitación y encontré a Oscar. Al entrar el de inmediato dio un brinco y escondió algo.
-Qué es eso?-Pregunte.
-Que es qué?- Respondió.
-Eso que escondiste.
-De que hablas?- Pregunto de nuevo.
-Oscar dime que estas escondiendo.-Dije mientras me acercaba a él.
-Por favor no me pidas eso.- Respondió bajando la mirada.
-Oscar, dámelo.
-No, por favor, no me lo vuelvas a pedir…
-Dámelo…-Dije extendiendo la mano. Y Oscar extendió la mano. Tenía un papel un poco arrugado, y tenía una escritura a mano, y citaba así:

Oscar. Mi nombre es Roberto. Tu junto con tu novio David me contrataron para atender la situación psicológica de David. Tras la primera cita creí que el joven solo padecía de algún trastorno producido al stress de la separación de sus padres y el intento de violación tuyo. Ahora me doy cuenta de que podría ser algo un poco más complejo. Quisiera atender por un tiempo mayor a David, pero temo que se pueda tornar agresivo, en cualquier caso lo atenderé cinco veces más, si su estado no se torna agresivo no creo que sea un problema. Por otro lado, si se empieza a convertir en una amenaza ruego que lo internes en un hospital Psiquiátrico, o podría causar algún daño grave a cualquier persona.
Att: Roberto E. Gutiérrez.


De pronto la sangre me empezó a hervir, sentí como el fuego de la ira se quemaba en mi interior, convirtiéndose en combustible, subiendo por mi pecho e instalándose en lo más profundo de mi cerebro. Más de mil insultos y palabras se me cruzaron por la cabeza. Mire al rostro a Oscar y toda esa ira bajo de golpe. Baje la mirada y deje la carta en la cama. Podría ser verdad? Me podría volver una amenaza? No pensaba dar crédito a nada de eso. Así que pensé en simplemente ignorarlo.
-No creo nada de esto.-Dije con mi mejor voz de indignado.-Son solo boberías del psicólogo.
-Eso crees?-Pregunto Oscar.
-No tengo que  creer nada. Estoy seguro de que no podría  asesinar a nadie. Puedo perfectamente cruzar mi vida sin asesinar o  lastimar a nadie.
-Bueno, mi vida. Si tú lo dices.- Dijo Oscar mientras tomaba la carta y la rompía a la mitad y repetía el proceso una y otra vez.

El día pasó sin más. Cayó la noche y estaba preparándome para dormir, cuando escuche algo en la puerta. Me levante con cuidado, no quería que Oscar se despertara. Camine hasta la puerta de la entrada, descalzo, y semidesnudo. Ricardo y  Jean Pierre estaban cerrando la puerta. De inmediato se me vino a la cabeza que él estaba supuestamente secuestrado. Y luego se me cruzo por la cabeza que era otro de mis retorcidos sueños, y que era mejor regresar a la cama, antes de que se pusiera macabro y Oscar terminara debajo de una aplanadora que cayó del cielo o algo por el estilo, pero, justo cuando estaba a segundos de retirarme, Ricardo empujo a Jean Pierre hacia el sofá y empezó a besarlo, más agresiva que apasionadamente. Se desvestían con una rapidez increíble. En cuestión de segundos estaban desnudos por completo, con sus penes duros como el acero, y no puedo negar que el mío se estaba empezando a nivelar. Casi dos minutos después se estaban besando y se tocaban todas y cada una de las partes a las que el humano puede acceder sin infligir a su pareja, y estaban a punto de pasar a otras. Sin embargo me fui a dormir, Lo último que quería era despertarme sudoroso, y con una erección un tanto vergonzosa, lo digo porque Oscas solo ha logrado pasar un día sin sexo.
A la mañana siguiente, me desperté y fui al baño y me lave la cara con agua fría para despejarme, regrese a la habitación y Oscar se estaba levantando.
-Buenos días dormilón.-Dije.
-Buenos días mi vida.-Respondió.
-Que tal dormiste?-Pregunte.
-Contigo a mi lado? Como un bebe.
-Ah! Pero que adulador…
-No estoy siendo adulador, prefiero la palabra “honesto”
-Yo diría “me adulas para poder acortar tu tiempo de castigo”
-Ah… es un castigo?
-Eso depende.
-De qué?
-De que tanto lo quieras.-Dije mientras me acercaba a él, lentamente, y ponía mi mano izquierda sobre su pecho y la derecha en su cintura, y, acercándome lentamente a su boca le dije.-Cuanto lo quieres?
-Nada.- Respondió, dándose la vuelta y desapareciendo por la puerta, no sin antes girar a mirarme y guiñarme el ojo de una manera muy picara.


Me duche y me prepare para ir al cine con Oscar y con Brian. Ese era el plan. Salimos a caminar mientras llegaba la hora del encuentro con Brian, y así quemaríamos algo de camino hacia el cine. Brian nos llamó estando a unos metros de la entrada del cine.
-Eh que tal Oscar como te va?
-Bien. Y a ti?
-Bien, gracias. Te tengo que dar una mala noticia. Los tendré que dejar plantados-
-Y eso?
-Mi nana me ha pedido que la ayude con algunos chicos nuevos en el orfanato. Espero no te moleste.
-No tranquilo. Nos vemos después?
-Vale.

Colgó, y, tras discutir un rato sobre qué película ver, terminamos escogiendo una película que ninguno de los dos quería ver, pero Oscar la escogió porque era la que se veía más llamativa. Al fin y al cabo solo pude pensar en  lo que había dicho Roberto, y lo que le haría en la siguiente cita. Pensé muchas veces en matarlo de una manera lenta y dolorosa, y otras más rápidas y placidas. Pero llegue a la conclusión de que no me dejarían llevar una motosierra a la cita y no tenía dinero para un revolver.
Regresamos a la casa y se me ocurrió llamar a pedir una cita con Roberto para el día siguiente, no sé porque lo hice, solo fue un reflejo. Supongo.
Al acostarnos a dormir, Oscar y yo nos pusimos a jugar a dibujar cosas en nuestra espalda, y la otra tenía que adivinar qué era lo que había dibujado. Oscar empezó dibujando un caballo, un hidrante, un sol y un dibujo un tanto obsceno. Yo, por ser el más cursi dibuje un corazón, un “Te amo”, una casa y termine por quedarme dormido mientras besaba sus hombros desnudos.
No recuerdo muy bien que soñé esa noche, pero sé que no fue nada bueno. Oscar me levanto dándome besos en el pecho, subiendo por los hombros, el cuello y llegando hasta mi boca. Dijo que no podía olvidar la cita que tenía con Roberto.

Faltaban 15 minutos para la cita y yo estaba en la sala de espera de su “Consultorio”, al llegar no note nada extraño, pero al entrar a su consultorio y verlo sentado en su silla, esa ira que sentí cuando leí la carta empezó a subir por mi espalda, instalándose en mis hombros y obligándome a cerrar los puños, adoptando un aire un tanto agresivo. En ese momento se me cruzaron tantas maneras de hacerle daño. Había tantas cosas en su oficina, cosas que podrían hacer bastante daño si se usaban de la manera correcta en la zona correcta del cuerpo. Durante toda la cita intente despejar mi mente de ese tipo de pensamientos. Hasta que me di cuenta. –Tiene razón.- Pensé.-Soy un peligro para todos. Mira lo que estás pensando, David!- Mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas, el solo pensar que era verdad, y que podría hacerle daño a Oscar me aterrorizo de una manera indescriptible.

-Qué pasa?-Pregunto Roberto.
-Tenía razón.-Respondí.
- En qué?
-Soy una amenaza para todos.- dije mientras me levantaba de la silla y me intentaba secar las lágrimas que intentaban salir de mis ojos.
-La cita aún no termina, David, Siéntate,
-NO QUIERO!-Grite.-Y NO DEBERIA DETENERME!... Es mejor que me aleje, antes de dañar a alguien.-Susurre.
-No puedes vivir evitando al mundo.
-Si puedo, y si es necesario lo voy a hacer.
-Tienes que tranquilizarte y pensar claro.-Dijo mientras se levantaba y dejaba su pluma y libreta sobre la mesa.
-Soy un peligro para todos, y usted no es la excepción.-Dije, dándome la vuelta para salir de esa habitación.
-No lo eres.-Me detuvo. Cerré mi mano haciendo un puño y  al girar golpee a Roberto en la cara, cayó al suelo y me miro con una mirada expectante. Quería que lo volviera a golpear? Que esperaba? No quería saber, y me di la vuelta y salí de la habitación, al salir la secretaria de Roberto me pregunto a donde iba con “eso”. Mire mi mano y tenía uno de los trofeos de Roberto en la mano, listo para golpear a quien se metiera en mi camino, al percatarme de eso me dirigí a la barra separadora y le entregue el trofeo sin decir nada, me di la vuelta y Salí de ese lugar lo más rápido que pude, tome un taxi y espere que no llamara a casa.
Llegue a casa y espere que Oscar no me preguntara como me había ido en la cita. Abría la puerta de la casa, lenta y nerviosamente, para que Oscar no escuchara cuando yo llegaba, y sentí que alguien me tocaba el hombro, rogué que no fuera Oscar, al girar vi a un hombre alto, moreno, de cabello negro, y ojos café claro, tenía una camisa azul cielo y un pantalón jean de un azul un poco más oscuro, en la camisa llevaba un logo que preferiría haber olvidado.
-Eres… David Torres?-Dijo mientras  miraba a una tabla con muchos nombres en ella.
-Quien pregunta?-El hombre miro a una persona que estaba en el auto y esta se bajó de el.
-Tiene que acompañarme.-Recordé donde había visto ese logo. Era el logo de un hospital, pero no cualquier hospital, sino un hospital psiquiátrico.
-No me toque.-Le dije.
-Por favor no se resista.-Intente abrir la puerta pero no abría. Intente llamar a Oscar, pero nadie abría. Me tomaron por los brazos y me intentaron llevar a la camioneta. En ese momento abrió Oscar, y viendo la escena que se presentaba  intento quitarme a los dos hombres de encima. Una vez que me metieron y me encerraron en la camioneta intentaron calmar a Oscar. Logre escuchar que Roberto había llamado porque lo había atacado. Y según su informe, necesitaba “ayuda” profesional. Oscar no protesto. Mi corazón se rompió. No porque no hubiera protestado. Si no porque el sabia tan bien  como yo que debía ir a donde me llevaban… solo esperaba que no tardara demasiado, no quería que los siete días sin sexo de Oscar terminaran conmigo fuera de casa.


Tardamos casi dos horas en llegar a Braulio Moyan, un hospital a las afueras de Buenos aires. Me pidieron que no intentara correr, que había pacientes que podían ser peligrosos y que no querían que yo los alterara. Me llevaron  prácticamente atado a una habitación, allí un doctor me pidió que me desnudara y que dejara todo en una caja de plástico que había a mi derecha. Había dos hombres detrás mío que me observaban de una manera enfermiza, no del tipo pervertida, que esperan a que te desnudes para luego esa noche masturbarse pensando en ti, más bien de una manera en la que esperan que saques armas de todo tipo de los bolsillos de tu ropa y los intentes asesinar. Los mire alrededor de dos minutos, no se querían salir, así que me desnude con ellos y me entregaron un pantalón y una camisa blanca, unos zapatos sin cordones, me sentía desnudo, el pantalón no era los suficientemente grueso como para cubrirme del todo, mis tetillas y mi pene se lograban ver sin gran dificultad. Y lo mismo pasaba con los demás pacientes, todos uniformados, camisa, pantalón y zapatos blancos, de una tela muy fina, que dejaba ver todo por dentro.

Entramos en una habitación de baldosas azul claro en techo, suelo y paredes, había dos camas, una de ellas estaba ocupada por un chico, de cabello corto y negro, tenía ojeras bastante marcadas y estaba jugando con una pelota del tamaño de su cabeza. Detrás de mi entro el doctor y un guardia grande, y fornido.
-Te quedaras en esta habitación con Jax, si tenemos problemas contigo te apartaremos a una habitación donde estarás solo. Solo podrás salir a comer y estarás vigilado las 24 horas del día. Si cooperas y no haces lio te mantendrás aquí, podrás salir a el parque cuando quieras, siempre y cuando te acompañe algún guardia. Dime, cooperaras?
-Defina, “Cooperar”
-Veo que eres listo.
-Veo que es sarcástico.
-Bien. Iras a terapia todos los días después del almuerzo. Está bien?
-Y que se supone que me hacen en la “terapia”?
-Van a descubrir porque atacaste a tu psicólogo.
-Ah, lo lamento, pretendía asesinarlo.-En ese momento un intento de contener la risa se escapó de Jax, el chico que ocupaba la otra cama.-Hare lo que me pidan siempre y cuando Oscar este mañana en la mañana aquí.
-Bien…-Dijo, y se retiró con el guardia. Me senté sobre mi cama y me encogí, abrazando mis piernas. Ahora que lo pienso, me puse en la típica posición de lunático.

Esperaba que Oscar viniera por mí y todo se arreglara. Creo que tenía más esperanzas que capacidad de razonar.
Pase  la noche viendo como Jax intentaba poner una cuchara en total equilibrio en una de las zanjas que separaba una de las baldosas de las otras, hasta que caí dormido en mi cama, en la misma posición de pequeño lunático.
Soñé que Ricardo llegaba a casa y Oscar lo saludaba con un abrazo y se sentaban en el Living, hablaban de cosas irrelevantes, y, al caer la noche Ricardo tomaba un cuchillo de la cocina y asesinaba brutalmente a mi bebe. De pronto me transporte a mi habitación, sentado y viendo como Jax ponía la cuchara en total equilibrio, se levantaba y se iba a su cama y quedaba dormido plácidamente. –Que idiotez.-Pensé.-Es imposible poner una cuchara en total equilibrio. Y menos en esta parte del planeta.- Me sentí tan impotente. El hecho de que mi amado estuviera desangrándose en nuestra cama y yo en un maldito manicomio, todo por golpear a mi psicólogo… debería haberlo asesinado en cuanto pude.

Y entonces desperté, desearía haber muerto mientras dormía. Me levante de la cama y vi esa cuchara, esa maldita cuchara… En total equilibrio. Jax dormía plácidamente en su cama y por mi mente se cruzó la posibilidad de que no hubiera sido un sueño. De que todo lo que había soñado hubiera sido real. La sangre se empezó a congelar en mi interior.

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