-…Es simplemente, extraño. No creo que mi familia entera este enferma,
solo que tomamos un camino parecido.- Dije.
-Qué crees que te llevo a ser homosexual?-Respondió
-No lo sé. Supongo que Oscar. Fue el primer chico que me gusto, eso o mi
tío.
-Eliot te gusto antes que Oscar?-Pregunto
-No es que me haya gustado, pero si empecé a fantasear con el antes que
con Oscar.-Respondí.
-Bien… cuál es tu color favorito?.
-Qué?
-Solo quería saber.
-Oh…
-Bueno parece que…
-Negro.-Interrumpí.
-Qué?
-Negro…. Ya sé que no es un color, pero es mi favorito.
-Cómo dices? Porque no es un color?
-No lo es. Es un valor.
-Y qué valor tiene?
-Todos… el negro significa “La presencia de todo color.” Y el blanco “La
ausencia de todo color.”
-Y porque te gusta más el negro que el blanco?
-Contiene todos los colores. Y entre esos está el rojo pasión. Que era
lo que iba a decir ates de que interrumpiera?
-Iba a decir…-De repente su rostro se ensombreció de una manera casi
macabra. Me recorrió un frio por la espalda- Que eres un joven estupendo.
-Gracias.- Me sonroje.
Llegue a la casa, pero siempre pensé en el cambio que hubo en el rostro
de Roberto. Habrá sido tan malo como parecía? Era mejor no pensar en ello. Tenía
que esperar a que llegara Oscar de su “entrenamiento” aunque yo sabía que había
dicho eso para utilizarlo de excusa para sorprenderme con algo. Jamás ha ido al
entrenamiento. Salí a comprarme ropa nueva, detesto pasar vacaciones y tener
que llegar a la escuela con la misma ropa. Entre en un almacén que estaba a
unas cuadras de la casa. Compre un par de pantalones, uno gris y uno azul
oscuro. Dos remeras, una roja y otra negra. Un par de zapatos Vans, muy
parecidos a los de Bryan y una campera de cuero falso de color negro, con
peluche dentro.
Regrese a casa, deje las llaves en un plato sobre una mesa junto a la
puerta, pase a mi habitación y encontré a Oscar. Al entrar el de inmediato dio
un brinco y escondió algo.
-Qué es eso?-Pregunte.
-Que es qué?- Respondió.
-Eso que escondiste.
-De que hablas?- Pregunto de nuevo.
-Oscar dime que estas escondiendo.-Dije mientras me acercaba a él.
-Por favor no me pidas eso.- Respondió bajando la mirada.
-Oscar, dámelo.
-No, por favor, no me lo vuelvas a pedir…
-Dámelo…-Dije extendiendo la mano. Y Oscar extendió la mano. Tenía un
papel un poco arrugado, y tenía una escritura a mano, y citaba así:
Oscar. Mi nombre es Roberto. Tu junto con tu novio David me contrataron
para atender la situación psicológica de David. Tras la primera cita creí que
el joven solo padecía de algún trastorno producido al stress de la separación
de sus padres y el intento de violación tuyo. Ahora me doy cuenta de que podría
ser algo un poco más complejo. Quisiera atender por un tiempo mayor a David,
pero temo que se pueda tornar agresivo, en cualquier caso lo atenderé cinco
veces más, si su estado no se torna agresivo no creo que sea un problema. Por
otro lado, si se empieza a convertir en una amenaza ruego que lo internes en un
hospital Psiquiátrico, o podría causar algún daño grave a cualquier persona.
Att: Roberto E. Gutiérrez.
De pronto la sangre me empezó a hervir, sentí como el fuego de la ira se
quemaba en mi interior, convirtiéndose en combustible, subiendo por mi pecho e
instalándose en lo más profundo de mi cerebro. Más de mil insultos y palabras
se me cruzaron por la cabeza. Mire al rostro a Oscar y toda esa ira bajo de
golpe. Baje la mirada y deje la carta en la cama. Podría ser verdad? Me podría
volver una amenaza? No pensaba dar crédito a nada de eso. Así que pensé en
simplemente ignorarlo.
-No creo nada de esto.-Dije con mi mejor voz de indignado.-Son solo
boberías del psicólogo.
-Eso crees?-Pregunto Oscar.
-No tengo que creer nada. Estoy seguro de que no podría asesinar a nadie. Puedo perfectamente cruzar
mi vida sin asesinar o lastimar a nadie.
-Bueno, mi vida. Si tú lo dices.- Dijo Oscar mientras tomaba la carta y
la rompía a la mitad y repetía el proceso una y otra vez.
El día pasó sin más. Cayó la noche y estaba preparándome para dormir,
cuando escuche algo en la puerta. Me levante con cuidado, no quería que Oscar
se despertara. Camine hasta la puerta de la entrada, descalzo, y semidesnudo.
Ricardo y Jean Pierre estaban cerrando la puerta. De inmediato se me vino
a la cabeza que él estaba supuestamente secuestrado. Y luego se me cruzo por la
cabeza que era otro de mis retorcidos sueños, y que era mejor regresar a la
cama, antes de que se pusiera macabro y Oscar terminara debajo de una
aplanadora que cayó del cielo o algo por el estilo, pero, justo cuando estaba a
segundos de retirarme, Ricardo empujo a Jean Pierre hacia el sofá y empezó a
besarlo, más agresiva que apasionadamente. Se desvestían con una rapidez
increíble. En cuestión de segundos estaban desnudos por completo, con sus penes
duros como el acero, y no puedo negar que el mío se estaba empezando a nivelar.
Casi dos minutos después se estaban besando y se tocaban todas y cada una de
las partes a las que el humano puede acceder sin infligir a su pareja, y
estaban a punto de pasar a otras. Sin embargo me fui a dormir, Lo último que
quería era despertarme sudoroso, y con una erección un tanto vergonzosa, lo
digo porque Oscas solo ha logrado pasar un día sin sexo.
A la mañana siguiente, me desperté y fui al baño y me lave la cara con
agua fría para despejarme, regrese a la habitación y Oscar se estaba
levantando.
-Buenos días dormilón.-Dije.
-Buenos días mi vida.-Respondió.
-Que tal dormiste?-Pregunte.
-Contigo a mi lado? Como un bebe.
-Ah! Pero que adulador…
-No estoy siendo adulador, prefiero la palabra “honesto”
-Yo diría “me adulas para poder acortar tu tiempo de castigo”
-Ah… es un castigo?
-Eso depende.
-De qué?
-De que tanto lo quieras.-Dije mientras me acercaba a él, lentamente, y
ponía mi mano izquierda sobre su pecho y la derecha en su cintura, y,
acercándome lentamente a su boca le dije.-Cuanto lo quieres?
-Nada.- Respondió, dándose la vuelta y desapareciendo por la puerta, no
sin antes girar a mirarme y guiñarme el ojo de una manera muy picara.
Me duche y me prepare para ir al cine con Oscar y con Brian. Ese era el
plan. Salimos a caminar mientras llegaba la hora del encuentro con Brian, y así
quemaríamos algo de camino hacia el cine. Brian nos llamó estando a unos metros
de la entrada del cine.
-Eh que tal Oscar como te va?
-Bien. Y a ti?
-Bien, gracias. Te tengo que dar una mala noticia. Los tendré que dejar
plantados-
-Y eso?
-Mi nana me ha pedido que la ayude con algunos chicos nuevos en el
orfanato. Espero no te moleste.
-No tranquilo. Nos vemos después?
-Vale.
Colgó, y, tras discutir un rato sobre qué película ver, terminamos
escogiendo una película que ninguno de los dos quería ver, pero Oscar la
escogió porque era la que se veía más llamativa. Al fin y al cabo solo pude pensar
en lo que había dicho Roberto, y lo que le haría en la siguiente cita.
Pensé muchas veces en matarlo de una manera lenta y dolorosa, y otras más
rápidas y placidas. Pero llegue a la conclusión de que no me dejarían llevar
una motosierra a la cita y no tenía dinero para un revolver.
Regresamos a la casa y se me ocurrió llamar a pedir una cita con Roberto
para el día siguiente, no sé porque lo hice, solo fue un reflejo. Supongo.
Al acostarnos a dormir, Oscar y yo nos pusimos a jugar a dibujar cosas
en nuestra espalda, y la otra tenía que adivinar qué era lo que había dibujado.
Oscar empezó dibujando un caballo, un hidrante, un sol y un dibujo un tanto
obsceno. Yo, por ser el más cursi dibuje un corazón, un “Te amo”, una casa y
termine por quedarme dormido mientras besaba sus hombros desnudos.
No recuerdo muy bien que soñé esa noche, pero sé que no fue nada bueno.
Oscar me levanto dándome besos en el pecho, subiendo por los hombros, el cuello
y llegando hasta mi boca. Dijo que no podía olvidar la cita que tenía con
Roberto.
Faltaban 15 minutos para la cita y yo estaba en la sala de espera de su
“Consultorio”, al llegar no note nada extraño, pero al entrar a su consultorio
y verlo sentado en su silla, esa ira que sentí cuando leí la carta empezó a
subir por mi espalda, instalándose en mis hombros y obligándome a cerrar los
puños, adoptando un aire un tanto agresivo. En ese momento se me cruzaron
tantas maneras de hacerle daño. Había tantas cosas en su oficina, cosas que
podrían hacer bastante daño si se usaban de la manera correcta en la zona
correcta del cuerpo. Durante toda la cita intente despejar mi mente de ese tipo
de pensamientos. Hasta que me di cuenta. –Tiene razón.- Pensé.-Soy un peligro
para todos. Mira lo que estás pensando, David!- Mis ojos empezaron a llenarse
de lágrimas, el solo pensar que era verdad, y que podría hacerle daño a Oscar
me aterrorizo de una manera indescriptible.
-Qué pasa?-Pregunto Roberto.
-Tenía razón.-Respondí.
- En qué?
-Soy una amenaza para todos.- dije mientras me levantaba de la silla y
me intentaba secar las lágrimas que intentaban salir de mis ojos.
-La cita aún no termina, David, Siéntate,
-NO QUIERO!-Grite.-Y NO DEBERIA DETENERME!... Es mejor que me aleje,
antes de dañar a alguien.-Susurre.
-No puedes vivir evitando al mundo.
-Si puedo, y si es necesario lo voy a hacer.
-Tienes que tranquilizarte y pensar claro.-Dijo mientras se levantaba y
dejaba su pluma y libreta sobre la mesa.
-Soy un peligro para todos, y usted no es la excepción.-Dije, dándome la
vuelta para salir de esa habitación.
-No lo eres.-Me detuvo. Cerré mi mano haciendo un puño y al girar
golpee a Roberto en la cara, cayó al suelo y me miro con una mirada expectante.
Quería que lo volviera a golpear? Que esperaba? No quería saber, y me di la
vuelta y salí de la habitación, al salir la secretaria de Roberto me pregunto a
donde iba con “eso”. Mire mi mano y tenía uno de los trofeos de Roberto en la
mano, listo para golpear a quien se metiera en mi camino, al percatarme de eso
me dirigí a la barra separadora y le entregue el trofeo sin decir nada, me di
la vuelta y Salí de ese lugar lo más rápido que pude, tome un taxi y espere que
no llamara a casa.
Llegue a casa y espere que Oscar no me preguntara como me había ido en
la cita. Abría la puerta de la casa, lenta y nerviosamente, para que Oscar no
escuchara cuando yo llegaba, y sentí que alguien me tocaba el hombro, rogué que
no fuera Oscar, al girar vi a un hombre alto, moreno, de cabello negro, y ojos
café claro, tenía una camisa azul cielo y un pantalón jean de un azul un poco más
oscuro, en la camisa llevaba un logo que preferiría haber olvidado.
-Eres… David Torres?-Dijo mientras miraba a una tabla con muchos
nombres en ella.
-Quien pregunta?-El hombre miro a una persona que estaba en el auto y
esta se bajó de el.
-Tiene que acompañarme.-Recordé donde había visto ese logo. Era el logo
de un hospital, pero no cualquier hospital, sino un hospital psiquiátrico.
-No me toque.-Le dije.
-Por favor no se resista.-Intente abrir la puerta pero no abría. Intente
llamar a Oscar, pero nadie abría. Me tomaron por los brazos y me intentaron
llevar a la camioneta. En ese momento abrió Oscar, y viendo la escena que se
presentaba intento quitarme a los dos hombres de encima. Una vez que me
metieron y me encerraron en la camioneta intentaron calmar a Oscar. Logre
escuchar que Roberto había llamado porque lo había atacado. Y según su informe,
necesitaba “ayuda” profesional. Oscar no protesto. Mi corazón se rompió. No
porque no hubiera protestado. Si no porque el sabia tan bien como yo que
debía ir a donde me llevaban… solo esperaba que no tardara demasiado, no quería
que los siete días sin sexo de Oscar terminaran conmigo fuera de casa.
Tardamos casi dos horas en llegar a Braulio Moyan, un hospital a las
afueras de Buenos aires. Me pidieron que no intentara correr, que había
pacientes que podían ser peligrosos y que no querían que yo los alterara. Me
llevaron prácticamente atado a una habitación, allí un doctor me pidió
que me desnudara y que dejara todo en una caja de plástico que había a mi
derecha. Había dos hombres detrás mío que me observaban de una manera
enfermiza, no del tipo pervertida, que esperan a que te desnudes para luego esa
noche masturbarse pensando en ti, más bien de una manera en la que esperan que
saques armas de todo tipo de los bolsillos de tu ropa y los intentes asesinar.
Los mire alrededor de dos minutos, no se querían salir, así que me desnude con
ellos y me entregaron un pantalón y una camisa blanca, unos zapatos sin
cordones, me sentía desnudo, el pantalón no era los suficientemente grueso como
para cubrirme del todo, mis tetillas y mi pene se lograban ver sin gran dificultad.
Y lo mismo pasaba con los demás pacientes, todos uniformados, camisa, pantalón
y zapatos blancos, de una tela muy fina, que dejaba ver todo por dentro.
Entramos en una habitación de baldosas azul claro en techo, suelo y
paredes, había dos camas, una de ellas estaba ocupada por un chico, de cabello
corto y negro, tenía ojeras bastante marcadas y estaba jugando con una pelota
del tamaño de su cabeza. Detrás de mi entro el doctor y un guardia grande, y
fornido.
-Te quedaras en esta habitación con Jax, si tenemos problemas contigo te
apartaremos a una habitación donde estarás solo. Solo podrás salir a comer y
estarás vigilado las 24 horas del día. Si cooperas y no haces lio te mantendrás
aquí, podrás salir a el parque cuando quieras, siempre y cuando te acompañe
algún guardia. Dime, cooperaras?
-Defina, “Cooperar”
-Veo que eres listo.
-Veo que es sarcástico.
-Bien. Iras a terapia todos los días después del almuerzo. Está bien?
-Y que se supone que me hacen en la “terapia”?
-Van a descubrir porque atacaste a tu psicólogo.
-Ah, lo lamento, pretendía asesinarlo.-En ese momento un intento de
contener la risa se escapó de Jax, el chico que ocupaba la otra cama.-Hare lo
que me pidan siempre y cuando Oscar este mañana en la mañana aquí.
-Bien…-Dijo, y se retiró con el guardia. Me senté sobre mi cama y me
encogí, abrazando mis piernas. Ahora que lo pienso, me puse en la típica
posición de lunático.
Esperaba que Oscar viniera por mí y todo se arreglara. Creo que tenía más
esperanzas que capacidad de razonar.
Pase la noche viendo como Jax intentaba poner una cuchara en total
equilibrio en una de las zanjas que separaba una de las baldosas de las otras,
hasta que caí dormido en mi cama, en la misma posición de pequeño lunático.
Soñé que Ricardo llegaba a casa y Oscar lo saludaba con un abrazo y se
sentaban en el Living, hablaban de cosas irrelevantes, y, al caer la noche
Ricardo tomaba un cuchillo de la cocina y asesinaba brutalmente a mi bebe. De
pronto me transporte a mi habitación, sentado y viendo como Jax ponía la
cuchara en total equilibrio, se levantaba y se iba a su cama y quedaba dormido
plácidamente. –Que idiotez.-Pensé.-Es imposible poner una cuchara en total
equilibrio. Y menos en esta parte del planeta.- Me sentí tan impotente. El
hecho de que mi amado estuviera desangrándose en nuestra cama y yo en un
maldito manicomio, todo por golpear a mi psicólogo… debería haberlo asesinado
en cuanto pude.
Y entonces desperté, desearía haber muerto mientras dormía. Me levante
de la cama y vi esa cuchara, esa maldita cuchara… En total equilibrio. Jax
dormía plácidamente en su cama y por mi mente se cruzó la posibilidad de que no
hubiera sido un sueño. De que todo lo que había soñado hubiera sido real. La
sangre se empezó a congelar en mi interior.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario